Siempre hemos oído la frase “la cara es el espejo del alma”. ¿Quiere decir esto que los que son feos tienen el alma fea o que los que se bañan más la tienen más limpia? Por supuesto que no. Que disparate. Pero si es verdad que nuestras facciones son un libro en el que se pueden leer muchas cosas. Los que no son buenos lectores lograrán leer solo las letras grandes, pero los que son experimentados o hábiles lograrán leer las letras pequeñas y ver cosas en nuestras expresiones que serían difíciles de adivinar.

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          Cuando alguien está llorando sería fácil determinar que está triste. Esta lectura es demasiado fácil y superficial. Quizás, fijándonos un poco más, podamos descubrir que no es de pena de lo que llora, si no de felicidad. Esto sería un segundo grado en el nivel de sensibilidad de las personas. Todo lo llevamos reflejado en nuestro rostro porque es la parte comunicativa de nuestra alma.

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          Debería ser asignatura obligada en las escuelas, como lo es de necesario las matemáticas, la filosofía o la historia, el aprendizaje de las relaciones humanas. Ahí, los gobiernos fallan estrepitosamente. Por el rostro deberíamos poder adivinar cuando un buen amigo necesita nuestra ayuda. En la mayoría de las veces, nuestras acciones y las palabras que decimos nos sirven para ocultar los elementos que nos hacen daño por dentro.

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          En definitiva, creo que los humanos tendríamos que mejorar en dos aspectos esenciales: primero, en querer y poder expresar las cosas que nos afectan y no cerrarnos por dentro intentando disimilar nuestros verdaderos afectos y, por otro lado, aprender a leer en los rostros las señales que nos muestra, porque las caras no solo se componen de ojos, nariz y boca, también llevan implícitos unas letras pequeñitas que se llaman sentimientos.

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